Cada vez más las mujeres pueden empoderarse y hablar, y esto da la oportunidad a denunciar violencias, maltratos u otras situaciones que antes se callaban. De todas maneras, la realidad es que se habla cuando se puede; no siempre es fácil sacar ciertos eventos traumáticos a la luz.
La dificultad para hablar de un evento doloroso muchas veces está ligada a la complejidad de las emociones y las barreras sociales que todavía persisten. El miedo a no ser creídas, la vergüenza, y la culpa son solo algunos de los factores que pueden frenar a una mujer a la hora de contar su historia. Además, el sistema judicial y la opinión pública, en muchas ocasiones, no ayudan a la víctima, lo que agrava la situación y aumenta el silencio.
A pesar de esto, el movimiento de las mujeres que alzan su voz ha ganado una fuerza imparable en los últimos años. Las redes sociales y los medios de comunicación han proporcionado plataformas donde las mujeres pueden compartir sus experiencias, encontrar apoyo y generar conciencia. El caso del #MeToo (“yo también” o “a mi también”) es un claro ejemplo de cómo una ola de testimonios puede desafiar y transformar estructuras de poder arraigadas.
Tras la denuncia de Fabiola Yañez a Alberto Fernández: la violencia nos rodea
Hablar de un evento doloroso es un acto de valentía y de sanación. Ayuda a que la persona pueda liberar la carga emocional y, a muchas veces, encontrar apoyo y justicia. Sin embargo, este proceso también puede reabrir heridas y ser extremadamente desgastante, revictimizando muchas veces. Es esencial que la sociedad entienda y respete el tiempo y el espacio que cada mujer necesita para poder hablar.
El rol de los profesionales de la salud mental y de las redes de apoyo es crucial en este contexto. Acompañar, escuchar sin juzgar y validar las experiencias son pilares fundamentales para que las mujeres se sientan seguras al compartir sus historias. La terapia y los grupos de apoyo pueden ser espacios seguros donde las mujeres puedan procesar sus traumas y encontrar un camino hacia la recuperación.
En Argentina, hubo avances importantes, pero aún queda mucho por hacer. La educación y la sensibilización en todos los niveles de la sociedad son indispensables para erradicar la violencia de género y para que las mujeres puedan hablar sin miedo.
Fabiola Yañez denunció a Alberto Fernández por violencia de género
Cuando las mujeres hablan están reclamando su lugar, su dignidad y su derecho a una vida libre de violencia. Cada testimonio es un paso hacia una sociedad más justa e igualitaria. Es un recordatorio de que debemos seguir luchando por un mundo donde todas las voces sean escuchadas y respetadas. Los testimonios tienen un espacio que trasciende las generaciones.
Cuando una mujer se atreve a hablar no solo está sanando sus propias heridas, sino que también está creando una vida más sana y de mejor calidad para las futuras generaciones. Las demás mujeres jóvenes observan y aprenden que el silencio no es la única opción, y que sus voces importan.
La respuesta de la sociedad a estos testimonios es trascendental, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de tratar estas historias con el respeto y la seriedad que merecen. Quienes hacen una cobertura sensacionalista o la revictimización de las denunciantes solo perpetúan el ciclo de violencia y desconfianza. Es importante, entonces, que, como se viene haciendo, se informe de manera ética, poniendo en primer plano la dignidad y el bienestar de las víctimas.
El documental de Fabiola Yañez en donde cuenta la verdad sobre Alberto Fernández
Hablar no es el único camino hacia la sanación. Algunas mujeres pueden encontrar otras formas de lidiar con su dolor, como a través del arte, la escritura o el activismo. Cada historia y cada camino hacia la recuperación es único, y todos merecen ser respetados y apoyados. Lo esencial es que cada mujer encuentre su propia voz y su propio método para superar el trauma, en un entorno que le brinde seguridad y apoyo.
Cuando las mujeres hablan, están reclamando su lugar, su dignidad y su derecho a una vida libre de violencia. Cada testimonio es un paso hacia una sociedad más justa e igualitaria. Es un recordatorio de que debemos seguir luchando por un mundo donde todas las voces sean escuchadas y respetadas.
Expresarse es un acto poderoso y transformador. Cada vez que una mujer comparte su historia se abre la posibilidad de cambiar su vida y la de muchas otras. Escuchar y apoyar a estas mujeres es nuestra responsabilidad colectiva para construir una sociedad más inclusiva y equitativa.
Por Flavio Calvo (MN: 66869), Dr. en psicología, docente, tallerista y autor. Ig: @calvoflavio