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    El Petiso Orejudo, el monstruoso nene asesino que conmovió a la Argentina de comienzos del siglo XX

    *No sabe lo que es Dios.

    *Es apático.

    *Alcohólico.

    *Se masturba tres veces al día desde los 10 años.

    *Se quiere ir al campo.

    *Es irresponsable.

    *Es imbécil.

    *Es de talla pequeña como pequeña es su corpulencia.

    *Pronunciación infantil del escaso castellano.

    *Habla una mezcla de castellano con dialecto calabrés, el idioma de sus padres.

    *Tiene otros ocho hermanos.

    *Al nacer tuvo una enfermedad gastrointestinal por la cual agonizó una semana.

    *Es fumador.

    *Los dedos se le doblan hacia el dorso de la mano.

    Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo.
    Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo.

    *Malformación de las orejas.

    *Estigmas de degeneración hereditaria.

    *Desmesurado miembro viril que aún en los adultos es raro de verse.

    *Falta de vello en el cuerpo.

    *Padre sifilítico, golpeador y alcohólico…

    *Tiene 27 cicatrices en la cabeza por golpes recibidos por su padre.

    *La flexibilidad de sus manos es simiesca.

    *No quiere a su familia, salvo hacia su madre. Cuando ella lo visita, hay que empujarlo para que la abrace.

    *No se acuerda espontáneamente de su madre ni de su padre.

    *No recuerda haber tenido amigos.

    *Miente.

    *Tiene 16 años.

    El interrogatorio

    Corre 1912.

    Los médicos lo entrevistan, entre ellos Domingo Cabred, fundador de la Colonia Nacional de Alienados, generalmente conocida con el nombre de Colonia Nacional Psiquiátrica Dr. Domingo Felipe Cabred o Colonia Open Door.

    -Médicos: ¿Es usted un muchacho desgraciado o feliz?

    -CSG: Feliz

    -Médicos: ¿No siente usted remordimiento de conciencia por los hechos que ha cometido?

    -CSG: No entiendo lo que ustedes me preguntan.

    -Médicos: ¿No sabe usted lo que es el remordimiento?

    -CSG: No, señores.

    -Médicos: ¿Siente usted tristeza o pena por la muerte de los niñitos Giordano, Laurora y Vainicoff?

    -CSG: No.

    -Médicos: ¿Piensa usted que tiene derecho a matar niños?

    -CSG: No soy el único, otros también lo hacen.

    -Médicos: ¿Por qué mataba usted a los niños?

    -CSG: Porque me gustaba.

    Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo.
    Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo.

    -Médicos: ¿Porqué buscaba usted los terrenos baldíos o una casa deshabitada para cometer sus atentados?

    -CSG: Porque así nadie me veía.

    -Médicos: ¿Por qué huía usted después de matar a los niños?

    -CSG: Porque no quería que me agarrara la Policía.

    -Médicos: ¿Con qué objeto fue usted a la casa del niño Giordano el mismo día que lo mató?

    -CSG: Porque sentía deseos de ver al muerto.

    -Médicos: ¿Con qué objeto le tocó usted la cabeza la muerto?

    -CSG: Para ver si tenía el clavo.

    -Médicos: ¿Piensa usted que será castigado por sus delitos?

    -CSG: He oído decir que me condenarán a veinte años de cárcel y que si no fuera menor de edad me pegarían cuatro tiros.

    -Médicos: ¿Se animaría usted a matar a algunos niños o idiotas del Hospicio de las Mercedes?

    -CSG: Sí, señores.

    -Médicos: ¿En qué paraje los matarías?

    -CSG: En la quinta del establecimiento porque así no me verían.

    -Médicos: ¿Cómo haría usted para matarlos?

    -CSG: Les pegaría con un palo e la cabeza.

    -Médicos: ¿Dónde le gusta más vivir: en este asilo o en la cárcel?

    -CSG: En la cárcel.

    -Medicos: ¿Por qué?

    -CSG: Porque aquí están los locos y yo no soy loco.

    Conclusión de los médicos:

    1) El procesado Cayetano Santos Godino es un alienado mental, insano o demente.

    2) Es un degenerado hereditario, imbécil incurable.

    3) Es irresponsable.

    Maltratado, enfermo y demente

    Este “chico” se llamaba Cayetano Santos Godino y le decían “El Petiso Orejudo”. Se crió en la pobreza de los conventillos con menos cuidado que un perro doméstico. A los golpes de su padre, Fiore, le sumaba los golpes de su hermano mayor, Antonio, que era alcohólico como su padre, y epiléptico sin tratamiento alguno. Nadie recordaba que Cayetano había nacido un 31 de octubre en el conventillo de la calle Dean Funes 1158 (Los Godino se mudarían varias veces de conventillo). Menos se recordaba el año de su nacimiento, 1896, dos después de que sus padres llegaran a Buenos Aires desde Calabria, Italia. Nadie festejaba cumpleaños.

    Fiore Godino y Lucía Ruffo tuvieron nueve hijos, cuatro varones y cinco mujeres. Las mujeres no recibieron ninguna educación y solamente a los varones los mandaron al colegio. Al menos, Cayetano fue hasta los 10 años. La iluminación a gas de las calles desaparecía con el nuevo siglo y Fiore, que era farolero, cada vez trabajaba menos. Por este motivo, buscaba piezas más baratas en los conventillos. Fiore ganaba 2 pesos diarios y el alquiler andaba por los 120 pesos. Alimentación, vestimenta y educación eran imposibles. Había que elegir.

    Su padre Fiore tenía instinto, no razón. Bebía y golpeaba a su mujer. También a sus hijos. Los empezó a golpear desde que éstos cumplían los cuatro o cinco años debido a que consideraba que a esa edad ya podían soportar los golpes sin morir. Cayetano no hablaba con nadie en su familia. Vagaba y cuando estaba en su casa esperaba que su padre o su hermano le dieran trompadas y patadas. Después se quedaba dormido en el piso, ensangrentado. A la mañana siguiente, su madre le limpiaba la sangre seca con un trapo sucio. No recordaba haberse aseado alguna vez en su infancia. Había una cosa que le gustaba, que era su pasatiempo, y era lastimar a animales: gatos, perros, caballos. Los pinchaba, los quemaba. Cazaba ratas.

    Cayetano se portaba tan mal que lo echaron de seis colegios

    ¿Qué era portarse mal? Pegarles a los compañeros y compañeras más pequeños. Romper los útiles que les prestaban. Fiore y Lucía decidieron que no se educara más. Por el 1900, los Godino dejaron el barrio de San Cristóbal porque el precio del alquiler de la pieza del conventillo era ya imposible de pagar. Se mudaron a Boedo, después a Almagro, a Liniers. Iban de aquí para allá. Las hijas mayores se iban yendo de la casa, casadas. Cayetano replicaba en la calle lo que vivía en su casa. Molestaba a los nenes más chicos, los llevaba a lugares apartados y los golpeaba o buscaba estrangularlos. Los vecinos se quejaban con el padre y en 1906, el padre se hartó.

    Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo.
    Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo.

    “En la ciudad de Buenos Aires, a los 5 días del mes de abril de 1906 compareció una persona (….) la que dijo llamarse Fiore Godino, ser italiano, de 42 años, con 18 de residencia en el país, casado, farolero y domiciliado en la calle 24 de noviembre 623. Enseguida expresó: que tiene un hijo llamado Cayetano, argentino, de 9 años y 5 meses, el cual es absolutamente rebelde a la represión paternal, resultando que molesta a todos los vecinos, arrojándoles cascotes e injuriándolos; que deseando corregirlo en alguna forma, recurre a esta Policía para que lo recluya donde crea oportuno y por el tiempo que quiera. Con lo que terminó el acto (…) Francisco Laguarda, comisario”.

    Cayetano fue dos meses preso por portarse mal. No había delito. Había una queja del padre. El 20 de junio, fue devuelto “regenerado” al conventillo. Nadie sabe qué le hicieron a un nene de casi 10 años en la prisión.

    Más que travesuras

    Cayetano iba seguido a un conventillo de la calle Venezuela 32, donde conoció a un matrimonio de españoles, de unos 25 años, que tenían un bebé de 22 meses, Severino González. El 9 de septiembre de 1908, Cayetano llevó al nene hasta un abrevadero de caballos y lo quemó con cigarrillos. Tiró al chico en el jagüel y lo cubrió con una tabla. En eso, Cayetano escuchó ruidos. Era un muchacho italiano, Francisco Barraco, que pasaba por allí rumbo a su trabajo. Cayetano se escondió. Barraco entró en el bañadero y descubrió a Severino semiahogado. El nene fue rescatado.

    Godino diría que buscaba nenes con cara de zonzos y que no tuvieran fuerza para pegarle o dañarlo. Ya por esos años, Cayetano era un notorio débil mental librado a la buena de Dios, lo cual lo convertía en muy peligroso. Se le atribuyeron cuatro muertes, pero las acusaciones se las hicieron cuando se descubrió la última, la del nene Gesualdo Giordano, en 1912, la única que tiene pruebas contundentes en su contra

    De todos los ataques a nenes que se le atribuyen, que fueron once, seis ocurrieron en 1912. Algunos fueron probados con la sola confesión de Cayetano, es decir de un pibe demente, sin buscar más pruebas.

    Godino y Gesualdo

    El 3 de diciembre, antes de las 10.00, Gesualdo Giordano, de tres años, estaba jugando en la puerta de su casa, el conventillo de la calle Progreso 2545. En una pieza que daba a la calle vivía su familia, Antonio, el padre, que era sastre, y Rosa. Rosa le dio la leche a Gesualdo, y lo dejó salir a la calle a jugar con Martita Pelossi, de dos años. Vagando aquí y allá se apareció Cayetano. Vio a los nenes. Se acercó, alzó a Gesualdo y comenzó a caminar con el nene en brazos lo que provocó que la criatura comenzara a gritar. Su papá lo escuchó y también Rosa. Salieron a buscarlo por las piezas del conventillo y nada. Salieron a la calle y tampoco lo vieron. Desesperado, el matrimonio fue a la comisaría 34ª, en Caseros 2724. Los policías no se preocuparon en absoluto.

    Cayetano llevó al nene a un almacén de la calle Pogreso 2599 que en ese momento era atendido por la hija del dueño, una nena de 13 años, María Barlaro. Cayetano le pidió dos centavos de caramelos. Le dio dos caramelos a Gesualdo, salió y caminó con el chico hasta la calle Catamarca. Otra nena, Olimpia Moggia, de 10 años, también había ido a hacer las compras por pedido de su mamá al mismo almacén y también vio a un muchacho con un nene, es decir a Cayetano, a quien no conocía, comprando caramelos y dándoselos a Gesualdo, al que sí conocía. Ya habían pasado las 12.00 cuando el canillita Francisco Pelusso, de 11 años, que estaba en la esquina de Progreso y Catamarca, vio pasar a su lado a Cayetano con Gesualdo. No los conocía.

    Cayetano, ya en Usuahia, y poco antes de su muerte, en 1948.
    Cayetano, ya en Usuahia, y poco antes de su muerte, en 1948.

    Gesulaldo comenzó a llamar a su papá. En la esquina de Catamarca y 15 de noviembre de 1899, entraron por un portón de la llamada Quinta Moreno que ocupaba la manzana de las calles Catamarca, Dean Funes, Caseros y Brasil. Se llamaba así porque había sido la casa paterna del perito Francisco Pascasio Moreno. Se trataba de un enorme terreno de ocho hectáreas (luego allí se emplazó el Instituto Félix Fernando Bernasconi). El terreno era entonces un baldío. Algunos años antes funcionaron hornos de ladrillos de la compañía La Americana. Ahora estaba lleno de yuyos, materiales de construcción y basura.

    Gesualdo no quería entrar y Cayetano lo arrastró tirándolo de un brazo mientras le ofrecía otro caramelo. Una vez adentro, en una especie de hueco, el nene se largó a llorar. Cayetano le metió por la fuerza el caramelo en la boca a ver si dejaba de gritar. Lo tiró al suelo y le puso la rodilla derecha sobre el pecho, le rodeó el cuello con un piolín y le dio 13 vueltas, lo anudó y lo apretó para estrangularlo. El nene seguía vivo aunque ya no gritaba tanto, más bien gemía y tiraba patadas al aire. Cayetano le dio varias piñas con el puño izquierdo. Gesualdo sangró pero estaba vivo. Cayetano lo levantó y le mordió los labios sacudiéndolo como hace un perro con su presa. Cayetano entonces vio que el chico no se movía. Lo cubrió con una chapa y buscó un clavo.

    Salió de la quinta por el portón de la esquina de las calles Catamarca y 15 de noviembre de 1899, es decir por donde había entrado. Justo entonces se encontró en la calle con el papá de Gesualdo, Antonio. El hombre le preguntó a Cayetano si no había visto a un pibe de unos 12 años con un nene en brazos. Godino, molesto, le dijo que no había visto a nadie y que fuera a preguntar a la comisaría. El papá de Gesualdo le hizo caso. Los policías ahora sí se mostraron preocupados. Todo el barrio de Parque Patricios estaba alertado.

    Ya eran las 10.30 cuando Cayetano volvió entrar a la Quinta Moreno por el portón de la calle Brasil. Finalmente encontró el clavo que tanto buscaba. Gesualdo estaba muerto pero Cayetano creía que todavía vivía. Tomó una piedra que pesaba alrededor de un kilo, colocó el clavo de cuatro pulgadas en la cabeza de Gesualdo y con la mano izquierda golpeó el clavo con la piedra, como si ésta fuese un martillo. El clavo entró por la parte izquierda de la cabeza y salió por el parietal. Cubrió el cuerpo con una chapa de zinc y salió otra vez por el portón de la calle Catamarca. Se fue a almorzar a lo de su hermana Josefa. Se quedó después tomando mate hasta las 17.30. Entró al baño y se masturbó.

    El hallazgo macabro

    Quien encontró al pobre Gesualdo Giordano fue su propio padre. A indicación de algunos vecinos, inspeccionó el enorme terreno de la abandonada Quinta Moreno. Eran cerca de las 11.00. Rosa, parada en la esquina de Jujuy y Progreso esperando noticias, vio venir a su marido. Al principio no veía bien pero luego pudo ver con claridad. Su esposo venía cargando algo en los brazos, un instante después distinguió que venía llorando, luego que lo que traía era un chico, que era su chico.

    La Policía avisó al juez penal José Antonio de Oro recién a las 14.17 de lo que había ocurrido y de la descripción del muchacho que tenían en la mira. Oro puso a trabajar en el caso a José Antonio Tossi, jefe de Investigaciones Técnicas. El segundo de Tossi era Francisco Laguarda, el mismo que había recibido hacía seis años la denuncia de Fiore Godino sobre su díscolo y agresivo hijo, Cayetano. Laguarda lo recordaba bien.

    Para el 5 de diciembre, todos los policías sabían que debían encontrar a un tal Cayetano Santos Godino. La mamá de Gesualdo sufrió en esos días varias crisis nerviosas. Como la vieron tan mal, los policías decidieron alojarla en la propia comisaria 34ª, a ella y a su marido, que pasaron a ser sospechosos del caso, pues nunca se sabe… Es decir que el asesino, muy fácil de encontrar por otro lado, estaba libre y los padres de la víctima estaban presos y sospechados.

    A las 20.00, Cayetano se enteró por comentarios de los vecinos que en la casa de Giordano se haría el velorio del pobre de Gesualdo. Fue. Se acercó al cadáver y le tocó la cabeza para verificar que el clavo todavía estuviese allí, donde él lo había dejado, pero advirtió que no estaba (los médicos lo habían retirado). Muchos vecinos lo vieron salir corriendo del velatorio y sin embargo no asociaron su aspecto con el del sospechoso que se estaba buscando. A nadie le llamó la atención que un muchacho de 15 o 16 años con orejas prominentes salieran corriendo del velatorio de un nene de tres años asesinado presuntamente por un muchacho de 15 o 16 con orejas prominentes.

    Cayetano deambuló por las calles

    En la esquina de Jujuy y Progreso, compró La Prensa. Al volver a su casa, antes de acostarse, fue a ver a su amigo Roque y le pidió que le leyera las noticias porque él no sabía leer. Recortó la parte del diario que, según la indicación que le hizo Roque, era la que se refería al crimen, y se la guardó en el bolsillo. Conservando aún ese recorte, fue detenido finalmente en el domicilio de General Urquiza 1970. Antonio Giordano y el canillita Francisco Pelusso lo reconocieron. Llevaron a Cayetano ante el juez de Oro.

    Los informes médicos lo decían bien claro, Cayetano era un imbécil que no entendía el significado de lo que hacía. El 5 de diciembre de 1913, el juez Oro lo sobreseyó por considerarlo un alienado. Todo el caso pasó a la Justicia civil para que decidiera sobre su suerte y mientras tanto Cayetano seguía en el Hospicio de las Mercedes. Pero el fiscal Jorge Coll pidió que lo mandaran a una cárcel porque a su criterio se trataba de una personal “normal”. Un año después, sin embargo, en noviembre de 1914, el juez Francisco Ramos Mejía lo absolvió por demente.

    La sentencia de Ramos Mejía fue muy criticada por la prensa, que hasta pidió la pena de muerte para el monstruo de Cayetano. El público, habituado al lenguaje periodístico tanto como el policial, tomó la misma postura. Cayetano había nacido para cometer delitos. La presión sobre los jueces fue insoportable. El fiscal Bunge, a pesar de los informes psiquiátricos, aseguró que Cayetano era más o menos normal. Dejó de lado la circunstancia de que además de loco fuese menor de edad y no consideró para nada disponer para él un tratamiento psiquiátrico.

    Lo que proponía, “para beneficio” del reo, era sacarlo de circulación de Buenos Aires para tranquilizar a la prensa. La Cámara de Apelaciones, el 12 de noviembre de 1915, no lo consideró loco del todo y lo condenó. Mientras no hubiese asilos adecuados para este tipo de criminales, lo sentenció a la pena de penitenciaría por tiempo indeterminado, es decir se fijaba su fecha de ingreso al penal como condenado pero no su fecha de salida. Cayetano entró en la Penitenciaría Nacional el 20 de noviembre de 1915. Allí aprendió a leer, a escribir, a sumar y a restar. También a multiplicar.

    El final del Petiso Orejudo

    Cayetano perdió todo vínculo con sus familiares, especialmente con sus hermanas. El 28 de marzo de 1923 fue enviado a la cárcel de Ushuaia, donde iban a parar los desechos humanos de la Penitenciaría Nacional.

    La leyenda dice que los presos cuidaban de dos gatitos nacidos en la prisión y que les daban de comer de su propia ración diaria. Cayetano les rompió el espinazo. Los presos hicieron lo mismo con él. Le pegaron tanto que le rompieron la nariz, le retorcieron los testículos y le quebraron una pierna. ¿Fue verdad?

    Se sabe por un artículo que escribió el periodista de Caras y Caretas Juan José de Soiza y Reilly que un grupo de médicos se trasladó hasta el sur y le operó las orejas aladas, que en ambientes científicos de esa época se creía el origen de la maldad de Cayetano.

    El 15 de noviembre de 1944, a los 48 años, Cayetano murió. El informe del Penal dice que tuvo una hemorragia interna “por proceso ulceroso”. Se comentó que, además, tenía tuberculosis y pulmonía. Nunca recibió tratamiento psiquiátrico. El “monstruo argentino” había muerto.

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