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    La población está envejeciendo y la tarea de cuidar necesita desarrollar sistemas sólidos y resilientes

    En 2023, la ONU estableció el 29 de octubre como Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo para visibilizar la importancia de los cuidados y reforzar el llamado a invertir en la economía del cuidado y desarrollar sistemas sólidos y resilientes.

    Esta iniciativa se da en un contexto global en donde la población crece, las sociedades envejecen y los modelos de familia cambian. Pero donde no cambia es en la injusta distribución del trabajo de cuidado, que continúa recayendo mayoritariamente sobre las mujeres. Para ellas, esto significa menos tiempo trabajando, estudiando, produciendo.

    Si no la vemos, los problemas para garantizar la provisión de cuidados se profundizarán todavía más hasta arrastrarnos hacia una grave crisis del cuidado con implicancias negativas para la equidad de género, el bienestar de quienes cuidan y son cuidados y sin dudas al desarrollo del país.

    El escenario se vuelve más crítico si tampoco vemos que la demanda de cuidados está cambiando y que en los próximos años tendremos que pensar cómo proveer cuidados para las personas mayores, que serán cada vez más. ¿Y saben qué? El costo de no intervenir lo vamos a pagar todos y todas porque si no lo hacemos a tiempo, los impactos van a recaer en los sistemas de salud y protección social.

    La distribución del trabajo de cuidado que continúa recayendo mayoritariamente sobre las mujeres. (Foto: Adobe Stock).
    La distribución del trabajo de cuidado que continúa recayendo mayoritariamente sobre las mujeres. (Foto: Adobe Stock).

    A contramano del mundo (y para sorpresa de nadie), el Proyecto de Presupuesto 2025 está muy lejos de verla. Este dispone un recorte significativo de las principales políticas dirigidas al fortalecimiento y la construcción de infraestructura de cuidados para infancias y personas mayores; en términos reales, se estima una caída del orden del 28% y un 46% comparado a 2024 y entre un 41% y un 72% respecto al Presupuesto vigente de 2023.

    Además, en el transcurso del 2025, las partidas podrían caer todavía más dada la distancia entre la inflación del 18,3% estimada en el presupuesto y el 38,4% de inflación proyectada por el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central. Este recorte abona a una trayectoria de desfinanciamiento todavía más grande, signada por la eliminación de un instrumento clave como era el etiquetado de los programas destinados al cierre de brechas de géneros y la desarticulación de políticas sustantivas para atacar lo que desconocen: las desigualdades de género.

    Si afinamos la mirada vemos además que el Programa de Promoción y Protección de los derechos de adultos mayores del Ministerio de Capital Humano, que promueve sistemas progresivos de atención, tuvo una caída real del 15% respecto de 2023 y en la actualidad se encuentra subejecutado: hasta octubre solo utilizó alrededor del 54% de los fondos asignados.

    ¿Por qué debería importarnos particularmente la promoción de la autonomía en personas mayores y la infraestructura adecuada para atender dependencias básicas? Porque la tasa global de fecundidad está cayendo hace 10 años y la población se está envejeciendo. La pirámide poblacional que veíamos en los manuales está perdiendo su forma.

    Se estima que la proporción de personas mayores de 60 años y más pasará del 16% en 2022 al 20% en 2040. Además, el envejecimiento se feminiza porque las mujeres vivimos más años que los varones. Igualmente feminizados están los cuidados ¿Y sobre quiénes creen que recaerán las necesidades de cuidados de las personas mayores en el contexto de retraimiento del Estado? Spoiler: la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (INDEC, 2021) puso en evidencia que las mujeres dedican alrededor del doble de tiempo que los varones (6:31 y 3,40 horas promedio por día respectivamente) al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.

    La coyuntura se impone, si. Estamos atravesando un contexto apremiante con problemas urgentes pero también enfrentamos desafíos a largo plazo para los cuales tenemos la oportunidad política de poder anticiparnos. La agenda de cuidados se va a transformar muy pronto y buena parte de las discusiones que se vienen de cara a los próximos años están ligadas estrictamente a la transición demográfica y el consecuente envejecimiento.

    La inversión en la economía del cuidado y en especial en infraestructura del cuidado y sistemas de apoyo es una respuesta concreta que tiene impactos en el desarrollo económico del país porque promueve una mayor participación de las mujeres en el mercado de trabajo.

    Dato mata relato: la OIT calculó que la inversión en la economía del cuidado podría generar más de 1.800.000 puestos de trabajo en Argentina hacia 2030, en especial para mujeres. Te lo resumo así nomás: eso significa un aumento de las tasas de actividad y empleo que generan a su vez aumentos en los ingresos familiares e impactan en los niveles de bienestar de niños y niñas que hoy son las personas más afectadas por la pobreza, el 66% de niños/as de entre 0 y 14 años viven en hogares pobres.

    Hoy, más que nunca, resulta prioritario invertir, reconvertir y adaptar infraestructuras y servicios de cuidado para atender los cambios poblacionales que ya están ocurriendo. Tenemos una oportunidad pero es ahora, antes de que la pirámide pierda del todo su forma. Si no la tomamos, ¿sobre quiénes recaerá el costo de esta ceguera?

    Yamila Nadur es investigadora del área de géneros de Fundar; Agustina Bendersky es coordinadora del área de géneros de Fundar; María de las Nieves Puglia es directora del área de géneros de Fundar

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