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    PELEADO CON LA VIDA

    En la sesión legislativa de este miércoles, que abrió un compás de espera en el debate del crédito de US$ 150 millones solicitado por el Ejecutivo para mitigar los cortes de energía del verano, dos peronistas hablaron de la reunión secreta que no existió entre diputados de esa bancada y un operador del gobierno para acercar posiciones. Uno de ellos habló de cómo hacer periodismo aclarando que no sabía nada de periodismo, y habló de nosotros, los que ventilamos el caso, sin nombrarnos pero definiéndonos como “operadores”. Lo que sigue no es una respuesta: es una reflexión sobre la tela que dejaron para cortar.

    Los diputados en cuestión son Atlanto Honcheruk y Rubén Guillón. El primero fue prudente; ya bastante tiene con estar imputado por la Justicia Federal en la megacausa de corrupción popularmente conocida como “Mafia del desmonte en Chaco” como para seguir apilando enemigos. Se limitó aclarar que la reunión de la que nadie estaba hablando no había tenido lugar, porque “acá no hay nada que esconder; estas cosas se hablan acá, en la casa de la democracia”. Y por las dudas agregó: “A mí no me compra nadie”. El segundo, en cambio, eligió el camino de la docencia.

    Pero antes de ocuparnos de los títulos que nos dejó Guillón, volvamos a la nota que les molestó y que los amigos de Eschaco tuvieron a bien reproducir. El título: “¿Reunión clandestina entre diputados peronistas y un operador de Zdero para garantizar el endeudamiento de US$ 150 millones?”. Como se puede ver, no era una afirmación categórica. Y esto es así porque por mucho que confiáramos en nuestra fuente, sólo teníamos su testimonio.

    Aún cuando ese testimonio detallaba los nombres de todos los protagonistas, optamos por no mencionarlos. También teníamos la dirección exacta en la que se produjo el supuesto encuentro, y no la publicamos. Es más, arrancamos la crónica con la mayor honestidad intelectual posible: “Lo vamos a plantear en potencial: anoche habría habido una reunión en un departamento ubicado a media cuadra de la plaza 12 de Octubre de la capital chaqueña. Los asistentes: tres diputados provinciales peronistas y un funcionario de primera línea del gobierno provincial”. Cerramos la nota con esta frase: “Y desde luego, también es posible que la reunión no haya tenido lugar. A fin de cuentas, de noche todos los gatos son pardos”.

    No estábamos jugando a las adivinanzas: estábamos describiendo el berenjenal en el que se metió el peronismo después de que el presidente del partido, Jorge Capitanich, ordenó votar en contra del endeudamiento. Era sólo un capítulo más de este choque de trenes en cámara lenta que es la adaptación del PJ a su nueva condición de partido en situación de calle. No estábamos marcando traidores porque no somos el órgano de propaganda de una facción del Justicialismo. Los nombres eran lo de menos. Aún así se pusieron el sayo.

    Guillón es un hombre de letras, o al menos así deberíamos considerarlo si nos remitimos a su biografía: cuando publicó su libro “El Zapallar – Tenemos historia”, se presentó como escritor. Y un escritor presume de su oficio para dominar el intrincado arte de la palabra. De modo que cuando al menos en dos oportunidades durante el debate dijo “Pido disculpas, presidenta, porque mi labia discursiva es muy limitada”, se estaba mandando la parte: sabía exactamente qué cuerdas pulsar.

    “Ojalá que la prensa chaqueña pueda escucharnos. Las que tienen pautas y las sin pautas. No los operadores, no los fabuladores. La prensa chaqueña comprometida con la verdad. Porque nuestro pueblo no se merece operetas baratas, o crear fantasmas o intentar denigrar este mundo tan digno y tan noble de la política, tan mancillada. Pero esta es la casa de la democracia, acá no hay bolsos que se reparten, acá no hay Banelco que se distribuye: acá hay conciencia y compromiso. Y hay dignidad”, arrancó el legislador oriundo de San Martín.

    No conocemos el sistema de valores cardinales de Narnia, donde evidentemente pasa las horas muertas el diputado Guillón, pero en la Legislatura chaqueña hay unos cuantos legisladores involucrados en causas de corrupción en los fueros provincial y federal, lo que nos exime de profundizar en su alegato ficcional. La prensa chaqueña los escucha fuerte y claro. El problema es que no les cree una palabra. Ni los “con pauta” ni los “sin pauta”.

    Entonado como estaba, Guillón siguió adelante: “Bajo ningún punto de vista podemos permitir que se dispare por las redes digitales, por cualquier tipo de medios de prensa, alguna insinuación de cuantas cosas se les ocurra. Yo llamo a la reflexión a los con pauta y a los sin pauta, del compromiso con la fuente. Hoy felicitaba a un periodista de Villa Río Bermejito: ‘Rubén, están diciendo esto: ¿es verdad?’. Le expliqué, le di mi posición, le di mi razón, y le agradecí, porque esa es la forma. No soy quién para enseñarle a hacer periodismo porque no conozco, pero hay que buscar la información donde está la información”.

    Cuando decidimos hacer público el dato de la supuesta reunión sabíamos que sólo se iban a enojar si los nombrábamos o si ésta había existido. Pero si no dábamos nombres podían mantener la boca cerrada: nadie se los iba a reprochar. Ahora bien, si los nombrábamos teníamos que llamarlos para que ejercieran su descargo aunque ya sabíamos la respuesta: “Nosotros no fuimos”. Al defenderse de una “opereta” en la que nadie los mencionó convirtieron en noticia lo que hasta ese momento había sido un rumor.

    Dos reflexiones: cuando Guillón dice “hay que buscar la información donde está la información”, y resulta que “la información” es la que él puede suministrarnos, y a priori sabemos que va a ser la negación de la versión contraria, está pidiendo un periodismo venal, obsecuente, que tome por ciertas sus palabras y deseche el resto de la información. No está mal lo que hizo el periodista de Bermejito. Estaría mal si el periodista dijera, sólo con la versión de Guillón, que la reunión no existió. En nuestro caso, elegimos preguntarnos si la reunión había existido, sin nombrar a nadie. De allí que fuera innecesario agregar su descargo.

    La otra reflexión nos lleva a un lugar más oscuro: al menos dos veces Guillón habló de “los con pauta y los sin pauta”. En estas últimas semanas se está discutiendo la pertinencia de llevar una vez más a “la casa de la democracia” el debate sobre una ley que ponga en blanco sobre negro el uso discrecional de miles de millones de pesos de publicidad oficial. La utilización de fondos públicos sin control para amordazar a la prensa, para orientar su línea editorial incluso brindándoles los medios públicos para amplificar el mensaje, convierte a “la pauta” en un índice de transparencia editorial. Y esto no lo inventaron Zdero y Resico, no hace falta aclararlo. Lo que hicieron ellos fue ordenar la tropa, carossinizar el sistema, disciplinar hasta el escándalo.

    Si la pauta es un parteaguas, una frontera entre el periodismo libre y la censura (o autocensura); si la pauta marca la diferencia entre un Estado que financia la plusvalía y la rentabilidad empresaria frente a uno con responsabilidad social y respeto por los tratados internacionales con jerarquía constitucional; si la pauta es el salvoconducto para gozar de seguridad jurídica, y su ausencia amenaza la libertad de prensa (ya contamos cómo nos cayó la policía en la previa de una charla en el Sindicato de Prensa sobre el rol del periodismo); si la pauta es todas estas cosas, entonces la diferenciación grosera de Guillón (“los con pauta y los sin pauta”) nos da la pauta, valga la redundancia, de que el debate está saldado. Guillón no necesita “saber de periodismo” para entender la gravedad de la situación.

    Lo más llamativo es que Guillón también llamó a la reflexión “a los treinta y dos legisladores”, y se peleó puntualmente con los del oficialismo: “Hay diputados… que no voy a dar nombres… porque hace ya dos horas atrás un diputado en las redes decía lo siguiente: ‘Los diputados de Capitanich no tuvieron ninguna voluntad de votar seriamente’. ¡Pero qué mentira! ¡Qué mendacidad!”, dijo mientras exhibía ante las cámaras la pantalla de su celular con el posteo del liberal-libertario Iván Gyöker.

    Les recordó que para aprobar el crédito del Prosap de $ 50 millones en 2014, para electrificación rural, el radicalismo estuvo un año postergando el debate en el Recinto, y que ahora se quejan porque el endeudamiento se les estira un par de semanas. En opinión de este cronista, Guillón en eso tiene razón. El problema es que con el argumento de la “dignidad” de la política enmascare su enojo culpando a los demás del incómodo lugar en el que le toca estar hoy. Se paró en absolutamente todos los tópicos de la politiquería. Estuvo en todos lados. En todos, menos en la reunión.

     

    Escribe Cristian Muriel

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