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    ¿Y si nos animamos a mirarnos con nuevos ojos?

    “¿Conocés el cuento de la casita en la montaña?, me preguntó un amigo. “Es muy simple y muy revelador. Había una vez un hombre que vivía en una preciosa casita en la base de la montaña. Su hogar estaba rodeado de árboles frondosos y de plantas con flores de los más variados colores y formas que marcaban el camino hasta un arroyo turquesa, donde el agua corría transparente, arrullando todo el lugar. Sin embargo, este hombre, se levantaba cada día, miraba hacia arriba, respiraba profundo y se decía: ‘Que hermoso sería vivir en la cima de la montaña y tener esa increíble vista. Qué gran suerte la de aquel que vive en las alturas y que puede contemplarlo todo’. Todas las mañanas, el hombre que vivía en la preciosa casita en la cima de la montaña que su vecino tanto añoraba miraba hacia ese horizonte sin fin y suspiraba. No podía evitarlo. Al poco tiempo, bajaba la cabeza y se quedaba extasiado mirando la casa de la base de la montaña: ‘Qué dichoso sería si pudiera vivir allí, rodeado de esos árboles añosos, en la llanura fértil para poder cultivar mi huerta y hacer crecer mi jardín. Qué gran vida debe tener aquel que puede estar tan cerca de ese arroyo y temer los caminos accesibles’”.

    En ocasiones pienso como se actualiza esta historia mínima en la vida de cada uno de nosotros y en cómo perdemos la posibilidad de apreciar todo lo que sí tenemos añorando lo que creemos que nos falta y pensando que lo que vive el otro es mucho mejor.

    Muchos de nosotros llegamos a un punto en la vida donde algo nos obliga a hacernos nuevas preguntas ¿Estoy viviendo la vida que quiero? ¿Qué podría modificar para sentirme mejor? ¿Qué postergué? ¿Cuáles fueron los sueños que nunca pude manifestar? ¿En dónde me perdí? ¿Cuándo me equivoqué? ¿Qué tendría que haber hecho diferente? ¿Cómo sería mi vida si hubiese tomado otras decisiones? ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Estoy a tiempo aún de cambiar?

    Exceso de consumo de redes sociales en las que muchos de nuestros amigos, colegas y familiares se muestran felices, orgullosos de sus hazañas…

    Si estas preguntas nos encuentran desprevenidos y sin herramientas internas, las primeras respuestas que emergen pueden ser muy dolorosas y hundirnos en una marea de pensamientos y de fantasías que nos drenan la fuerza y nos nublan la mirada. El tiempo en que nos volvemos hacia dentro para buscar aquello que creemos perdido, puede ser sombrío. Sin embargo, estoy segura de que todo se vuelve más desolado para aquellas personas que no tienen la posibilidad de hacérselas jamás.

    Hace muchos años, cuando las redes sociales no intervenían con tanta ferocidad nuestra vida, cuando la hipnosis aún era posible de controlar y la pandemia no nos había enfrentado al encierro, en este mismo espacio, escribí unos párrafos acerca de lo que en ese entonces se conocía como “la depresión por Facebook” Era una patología que surgía “como consecuencia del exceso de consumo de redes sociales en las que muchos de nuestros amigos, colegas y familiares se muestran felices, orgullosos de sus hazañas, festejando con asados, conectados con un conmovedor atardecer, sonriendo permanentemente y realizando muchas actividades interesantes”.

    Mirar nuestra realidad con otros ojos y disfrutar.(Foto: Ilustrativa/Adobe Stock)
    Mirar nuestra realidad con otros ojos y disfrutar.(Foto: Ilustrativa/Adobe Stock)

    Cuando entro a Instagram, a menudo me acuerdo de esa publicación y me pregunto si ya le habrán cambiado el nombre y si estoy yo siendo parte del problema o parte de la solución cada vez que tengo la pulsión de compartir una foto o un mensaje.

    “Hay muchas respuestas posibles – todas válidas- cuando uno se pregunta si las redes sociales están a favor nuestro o nos están perjudicando. Para muchas personas son la posibilidad de estar en conexión con otros, de formar parte de grupos de interés, de acceder fácilmente a información y de tener su negocio. Para otros, son un sinsentido, una pérdida de tiempo, el limbo en el que el ego pretende regocijarse y otro motivo para contaminar nuestra mente de cosas vanas, de fake news y de posteos fast food que, sin que nosotros podamos entender cómo, seguimos consumiendo a pesar de saber que nos hacen sentir muy mal”, decíamos en aquel entonces.

    En su último libro Recupera tu mente. Reconquista tu vida, Marian Rojas Estapé desarrolla, con mucha precisión, las consecuencias de nuestra adicción a la dopamina por el consumo desmesurado de redes sociales. Con ella también conversamos en una preciosa entrevista donde afirmaba: “Podemos recuperar el equilibrio emocional que tanto ansiamos”

    De cierta manera, las redes sociales son como la historia de los hombres que viven en las casitas de la base y en la cima de la montaña. Demasiadas personas añoran la vida de otras, sin poder reconocer la belleza, las bendiciones y todas las posibilidades de la propia.

    Cuando las preguntas sobre quiénes somos, qué hemos hecho de nuestra vida, si lo hemos hecho bien y qué deberíamos intentar hacer diferente de ahora en más para sentirnos mejor nos alcanzan, una respuesta correcta es aquella que nos legó hace tanto tiempo Marcel Proust: “El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos”.

    En este espacio compartimos, muchas veces, conversaciones en profundidad con gente sabia que nos ofrece nuevas formas de mirarnos, enseñanzas, herramientas y preguntas sobre qué podemos profundizar para sentirnos mejor.

    Hay muchas publicaciones que explican de forma inicial cómo podríamos volver a contarnos nuestra historia de una forma más benevolente, como nos transforma una real conexión con el presente de una manera diferente y como nuestra capacidad de agradecer lo cambia todo.

    Demasiadas personas añoran la vida de otras, sin poder reconocer la belleza, las bendiciones y todas las posibilidades de la propia.

    Hace un tiempo incluso compartí algo muy personal en una nota llamada “Y si estamos bien, pero no nos damos cuenta?”

    Nos dedicamos a hablar de la necesidad de cambiar las preguntas, de pasar del por qué al para qué y de aprender a ponernos en nuestra propia agenda. Hemos publicado sobre el autoextractivismo, los estados de anhedonia, sobre la búsqueda de un nuevo sentido y por qué cuando uno cambia, finalmente, todo cambia.

    Hoy, quiero quedarme con este simple cuento de la casita en la montaña y recordarnos que tenemos la posibilidad hoy y ahora de conectarnos con este presente de una nueva forma, de mirar a nuestro alrededor y de agradecer lo que sí tenemos y lo que sí somos en vez de bucear en fantasías sobre cómo estaríamos mejor si hubiésemos hecho algo diferente.

    Quiero regresar a la frase de Marcel Proust una vez más, no sólo para nuestra propia vida, sino para nuestra tierra argentina. Dentro de unos días celebraremos será 9 de Julio y celebraremos el día de la Independencia. Ahora más que nunca este país que nos aúna y nos hermana también necesita y merece ser mirado con nuevos ojos

    Que así sea.

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